lunes, 3 de noviembre de 2014

muda.

me quedé muda desde que te conozco, muda de los dedos, las letras se me escondieron de las manos para dedicarse solo a tocar tu piel, tus labios, tu pelo y tu barba. Pusiste tus manos suaves en mi boca para callar mis gemidos y acariciaste mi espalda para deshacer los nudos en que se habían convertido mis alas tornasol desde aquel día que el tsunami arrastró mis miedos. Apareciste como rayo de los que habla Cortázar para llenarme los días de sonrisas y las noches de paz-ión. Me encontrás con el cabello más largo y las ganas de hacer las cosas bien... una operación en camino del ser más importante en mi vida y un amor que parecía insuperable que se lo llevaron finalmente las mismas olas del mar que lo trajeron... me leés el capítulo 68 de rayuela en una madrugada donde te robé un beso y me regalaste tu quietud y notas musicales. Me llenás de besos mi piel entintada y la boca de peces que se me escapan cuando río y me hacés sentir que la compañía es natural y que no cuesta, me hacés recordar eso de que no es nada difícil cruzarse la calle depende de la persona que espera al otro lado y me das ganas de volverme sencilla y descomplicada para llenarte el mundo de cielos con rayos naranjas y espaldas sudadas hasta que nuestra piel se vuelva una como escorpiones a punto de arrancarnos la cabeza después de poseernos. Me hacés sentir que la vulnerabilidad es parte de mi humanidad y que no tiene nada de malo llorar por las cosas más triviales del mundo, limpiándome las lágrimas sabor a vinagre con tus abrazos inundados de ternura que me hacen recordar que a veces es necesario callar para escuchar el silencio.